Wednesday 8 October 2014

La gota que colmó el depósito de dos millones de metros cúbicos.

Sí. Llegó…

La, para mí en esa cifra estimada, capacidad deglutoria de materia fecal de los españoles ha llegado a su límite (o debería) tras los últimos acontecimientos.

La meseta castellana no es sólo un relieve geográfico. Es una metáfora de nuestra clase política. Se alza unos cuantos metros por encima de todo, como intimidando. Se extiende por casi todo el territorio de manera monótona abarcando la mayor extensión peninsular posible. Se presenta con fríos invernales que despiertan a los fantasma de las leyendas de Bécquer  en el Moncayo o que ahuyentan a los almohades en Toledo; y con veranos que obligan a los viejos de esos mismos lugares a sentarse a la vespertina y, pesar de ello, hirviente sombra de agosto, con sus secas y abiertas bocas apuntando al cielo en un intento desesperado de ayudar a sus encorvados cuerpos a regular su temperatura. Todo eso es así: hipnotizante, helador, intenso y acojonante pero… La verdad que se esconde detrás de ti, Meseta, es que eres vieja y aburrida. Lo eres geológica y paisajísticamente. Tu altitud media y tu expansión se ven mermadas por lo plano de tu cumbre que, una vez alcanzada, como desnuda, deja entrever tus secretos y tu vetusta naturaleza a kilómetros de distancia. Te repites de Ciudad Real a Burgos, de Cuenca a Salamanca… Pero tu dominio, e inmovilismo, por imponente que sea, no puede ser perenne…

Nuestra clase política esta mesetizada. Y la mesetización se extiende por todo el territorio español. El modelo político que nos gobierna y que nos ha gobernado en estos 40 años de memocracia es jurásico (como la meseta). Eso esta claro y no quiero repetirme, para eso está Pablo Iglesias. Pero quizá, a partir de anteayer y a causa del MIEDO, el problema haya salido de nuestro subconsciente social para entrar en nuestro consciente personal. Dándonos la oportunidad (quién sabe) de señalar culpables y (de una vez por todas y para siempre) hacerlos caer. 

Ahora ya no son los millones de parados que, como tiraban con lo de los abuelos, tíos, amigo, Cáritas y lo de la vecina del quinto… Evitaban así que lo miserable de su condición indignara hasta tal punto de llamarnos a salir a (reventar) la calle y estallar de indignación pidiendo soluciones y responsabilidad a los que han de darlas y asumirlas. Por el contrario, nos enorgullecíamos de la solidaridad de sus allegados.

Tampoco son ahora las miles de hectáreas de nuestros bosques que han ardido los últimos veranos en relación directa y proporcional a los recortes en prevención, cuidado forestal, formación de la población rural y excursionistas... Más sitio pa’ el ganau y los pisos. Lo verde no da riqueza a corto plazo y, por eso, no merece nuestra atención.

Tampoco importa (o por lo menos no hasta el nivel Armagedón que debería alcanzarse) el hecho de que se haya demostrado que toda la puta peña en el gobierno haya metido la mano en el saco de la más inmunda y repugnante casta de peseteros, trepas y explotadores (esos prósperos y modélicos empresarios del milagro español), o que en el dinero de formación para parados  se lo gasten unos cuantos “socialistas” en el esperpento de la feria de abril después, eso sí, de haberse emocionado ante la virgen de La Macarena e incluso rezado en busca de una solución al drama de los que no tienen pa’ comé. Pane, circense et PER.

Ni que se expropie un sistema educativo que (tal y como he podido descubrir después de conocer de primera mano otros muchos modelos europeos) no es que sea deficiente, sino que es improductivo (desde el más puro sentido económico del término). Pues nos nutría (hasta ahora) de conocimientos sociales, literarios, históricos, geográficos y filosóficos que, por desgracia, no son ni de lejos una de las prioridades de nuestro mercado laboral. Total, mientras el atraco se haga esgrimiendo los malos resultados sacados de una pobre interpretación de un informe europeo con sabor a Peperoni, Margherita o 4 formaggi (según el gusto)…

O que tengamos la más retrograda de las jerarquías eclesiásticas europeas y que esta goce de voz (y a veces incluso aún de voto) para inmiscuirse en los asuntos políticos que atañen a las libertades y decisiones propias de sujetos libres, adultos y pensantes con autonomía y moral definida. Total, como aquí no pasó ni de largo el aire fresco de renovación espiritual protestante hace ya unos cuantos siglos… Pues ¿para qué desenquistarnos aquestas alturas?

Tampoco se trata ahora de los invisibles inmigrantes que mueren en salas de espera (los que tiene suerte) o en la puta calle expulsando los restos de sus granulosos y sangrantes pulmones por la boca (devorados por la tuberculosis) porque ya no tienen derecho a la atención sanitaria. O los miles de pacientes crónicos que, como en el hospital Carlos III (Por desgracia, lo sé de buena mano), tienen que añadir al dramatismo de su enfermedad, la congoja y la frialdad que supone un seguimiento en un hospital fantasma, con unos profesionales quemados y explotados y cuyos futuros son más inciertos que el de Iker Casillas.

Con esta e-bola y todo lo derivado de la negligente gestión de una patética ministra y del mafioso Gobierno al que pertenece se ha dado una salto cualitativo en la cantidad y cualidad de la cagada meseteña. Se ha defecado la gota que debería rebasar el  deposito de dos millones de metros cúbicos. 

La cuestión no es si hay que entrar en pánico o no; si es más o menos difícil contagiarse o no; si se darán sólo casos aislados o brotes epidémicos… Eso ya lo veremos.

La cuestión es que, gracias a la mezcla de novedad de la situación, posibilidad real de una catástrofe sanitaria y rapidez del desarrollo de los acontecimientos. Gracias este cóctel digo; una gigantesca y escrotal corbata (con pelos y todo que agobia más) se ha ceñido al cuello de los españoles como ejemplo vivo y desconocido de las terribles consecuencias (ahora cortoplacistas) que las conductas negligentes que esta banda de políticos de meseta lleva practicando desde que comenzó la crisis en particular y desde hace 40 años en general.

No es casualidad que se haya repatriado a quien se ha repatriado. Tampoco es casualidad que se haya hecho en las extremadamente chapuceras condiciones en las que se ha hecho. No es tan poco raro que ahora la culpa sea de la auxiliar por mentir al médico de cabecera, ni que Ana las Mato callando, ni que dimitir siga siendo un nombre ruso.

No es casualidad, no. Es marca España. Es política de meseta.