Tuesday 9 December 2014

Hamburguesas, gays y encefalopatía homofóbica bobalicónica.




Que una dieta rica en productos Burgerkingnianos afecta seriamente a la salud cardiovascular era de sobra conocido. Lo que no lo era tanto es que también hiciera estragos en la salud mental. Me explico:

El artículo de hoy de El País titulado “La expulsión de dos gais provoca una rebelión en un ‘burger’”  relata como en el lujoso restaurante madrileño “Burger King” de la Plaza de los Cubos (conocido por lo selecto de sus comensales y las exquisitas formas y refinados modales que los inquilinos se gastan en el susodicho local… lo digo por experiencia propia) tubo lugar un espeluznante y extremadamente desagradable incidente. A saber:  

Resulta que unos enamoradizos chavales de 18 añetes, ante tan select@ (por igual) público y experiencia extrasensorial culinaria, decidieron (seguramente abrumados por la embriagadora sofisticación de la atmósfera) dar rienda suelta a sus sentimiento y demostrar el amor que profesaba el uno por el otro en público. Un matrimonio que allí se encontraba (con nenes y todo) encontró tal atrevimiento fuera de lugar y, preocupados por el nefasto ejemplo que para sus retoños (de LDL>200 e IMC por encima del percentil 99) y de paso los del resto del local, que el espectáculo podría suponer, decidieron llamar a la autoridad competente de lugar que, acudiendo raudo y valeroso a la escena hizo bueno lo de “aquí tu eres el King” y pretendió acabar con semejante desfachatez expulsando a los atrevidos jovenzuelos por el bien de las nuevas generaciones.

Siendo serios podría uno interpretar que lo que ralamente ocurrió es que, jodidos por no  poder vislumbrar la diferencia física entre los dos apasionados seres (los dos tenían pene) el entumecido lóbulo frontal de los inquisidores involucrados no supo interpretar la escena como una muestra de amor, sino como un acto repugnante y digno de ser ocultado a los menor presentes (pobrecitos míos) y decidieron obrar en consecuencia.

Lo mensajes que me gustaría mandar a los involucrados son los siguientes:

-A la familia: lo que es un mal ejemplo para vuestros pequeños y ateroescleróticos mocosos no son la muestras de cariño de dos chavales del 18 años, sino que los llevéis a cenar al Burger King. Niños… siento los padres que os han tocado.

-A la autoridad competente: no tengo nada que decirte socio. Los grasientos vapores que inhalas a diario en dicho lugar son los causantes de la encefalopatía  que padeces, que es la responsable de que tu entendimiento quede mermado hasta tal punto como para creerte con la potestad de coartar los derechos de las personas de esa forma. Se te debería caer el pelo (si aún te queda), pero de verdad.  Aunque seguramente te declaren inimputable por enfermedad. Si. Mental.

-A los chavales: entiendo vuestra reacción, pero la próxima vez un poco más de huevos, por favor.

-A el matrimonio y los manifestantes: ¡Gracias!

En estas líneas ironizo sobre lo ocurrido, pero en verdad lo hago para canalizar la poca puta gracia que me hace el darme cuenta de lo a flor de piel que está aún la intolerancia entre algunos. Por otro lado me alegra ver la reacción digna de elogio de muchos otros.

A lo que iba: Moraleja… el Burger King mejor ni olerlo.


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