Showing posts with label Thoughts. Show all posts
Showing posts with label Thoughts. Show all posts

Tuesday 18 March 2014

Si Estados Unidos fuera un putero, Europa sería su puta preferida… Y los medios europeos el burdel.



Lo que estamos viendo en la últimas semanas en relación con la problemática ucraniana pone de manifiesto una serie de realidades bastante interesantes:

Punto primero: sobre las imágenes de revolución y la excitación (plazas llenas, camisetas del Che y demás).
En primer lugar, y como autocritica, queda manifestado el hecho de que ahora nos excita a todos un montón (sobretodo si cumplimos con los requisitos de: ser joven, querer ser de izquierdas porque es moderno y tener poco criterio) lo de ver plazas llenas de gente protestando contra gobiernos de diversa índole, sin importar mucho el contenido de la protesta en sí, las alternativas o el contexto en el que se producen. Generalizar es tremendamente fácil y le deja a uno tranquilito con su conciencia cuando la cosa tiene pinta de revolución.

Punto segundo: sobre la unidad incondicional que genera el odio al ‘enemigo’ y la caridad natural que despierta el ‘oprimido’.

En segundo lugar, que ese sentimiento que nos identifica con los manifestantes que pueblan las plazas de todo el mundo y la sensibilidad colectiva y solidaridad para con la causa (sea cual sea) que despiertan de manera sorprendentemente unánime en la sociedad, es de sobra conocido y deliberadamente utilizado por los medios (facilitando su divulgación de forma un tanto incompresible por ciertos ‘intelectuales’) de todo Europa para fomentar la idea de un enemigo común, de algo que permita que nos olvidemos un poquito más de la mierda de Europa en la que nos encontramos porque hay que defender a muerte, sea lo que sea y signifique lo que signifique, esa banderita (muy mona, por cierto) de fondo azul y estrellitas amarillas, cuando aparece el ruso postcomunista, los amarillos de los ojos rasgados, los del punto rojo entre ceja y ceja o los sudamericano en chándal de bandera (que, por otro lado, suman un considerable número de almas) y sus economías emergentes, su afán de liderazgo y disputa por el poder económico mundial, sus relaciones internacionales enfocadas a sus respectivas regiones y mercados (América Latina por un lado y Rusia, China y sudeste asiático por otro) y, sobretodo, su capacidad para pasarse por el forro al Fondo Monetario Internacional, EE.UU y el G8. Estandartes estos del las políticas neoliberales que nos trae por la calle de la amargura.

Punto tercero: sobre el por qué de Ucrania. El fin de la globalización y la vuelta de la geopolítica (1).

En tercer lugar, y como muy bien lo explica Manolo Monereo (1) en un artículo que me recomendó mi amiguete David Lapeña: Que la globalización se terminó, que a ese sueño dorado del ahora moribundo neoliberalismo le han salido competidores. Que hay potencias económicas mundiales que van a disputar el poder a EE.UU y que, por ello y sólo por ello, la geopolítica ha vuelto. Que Rusia es un país, no… es un puto cuarto del mundo, con un ejercito modernizado y con una serie de pactos en materia de cooperación económica, energética, política y militar con China, Irán, países del norte de África...

Pero parémonos en este punto para analizar la situación fronteriza de Rusia y su evolución desde la caída de la URSS.

Primero fijémonos en los países que integraban la URSS. Estaban, entre otros: Estonia, Letonia, Lituania, Ucrania… La URSS tenía un acceso muchísimo más directo que ahora tanto al mar Báltico à mar del Norte à océano ATLÁNTICO como al mar Negro à mar Mediterráneo. Controlaba Asia Central además de la puerta oriental de Europa. Por no hablar de sus relaciones con Alemania del Este. Lo de que la CIA entrenó a Talibanes para evitar que, además, se hicieran con Afganistán lo sabe todo el mundo. 

Un poco menos presente es el hecho de que la mayoría de los conflictos armados que han involucrado a EE.UU y sus aliados en los últimos años se hayan centrado, misteriosamente, en torno a Rusia y sus fronteras asiáticas: Afganistán, Iraq, ahora Irán, los aliados rusos del norte de África (Siria es el más claro ejemplo). Por otro la lado, la OTAN, organización creada por y para defender los intereses geopolíticos de EE.UU en Europa  tras la Segunda Guerra Mundial y que ostenta el 70 % del gasto militar (que, por supuesto, no cuenta ni con China ni con Rusia entre sus miembros) incorporó, en 2004, a Estonia, a Letonia y a Lituania a sus filas (2). Si miramos el mapa otra vez veremos que la única puerta abierta que le queda a Rusia en su camino a Europa es, claro está, Ucrania. La misma que le queda a EE.UU por cerrar para aislar a su rival. ¡Ah! Se me olvidaba… Rusia tiene también algo que EE.UU quiere: a Snowden.

En definitiva, que Rusia no es ya el comunista acomplejado  de hace 20 años que se abrió a la globalización sin rechistar y sí una potencia económica y militar, con aliados firmes y poderosos e intereses que defender (y, dicho sea de paso, con un loco exagente del KGB al mando).

Punto cuarto: sobre una Europa huérfana de intereses propios y al servicios de las pretensiones político-militares de EE.UU en la región.

En cuarto lugar que Europa, es decir Merkel, ha vuelto a demostrar que no se cansa de ser la puta de EE.UU, de defender sus intereses estratégicos y económicos y de perder el tiempo creándose enemigos muy cercanos con tal de contentar al tío Sam. Nos la suda que nos espíen,  que todo el norte de África (gracias a las tan idolatradas por los medios del viejo continente ‘Primaveras Árabes’)  se hayan convertido en un polvorín para los terroristas islamistas que campan a sus anchas aplicando algo tan democrático como la Sharia allí donde llegan, que Siria se haya convertido en la vergüenza y la atrocidad más repugnante de los últimos tiempos, que Afganistán sea (bajo control de las tropas norteamericanas) la despensa de opio del mundo, que Iraq… ¿Qué decir de Iraq?

Europa esta perdida, descabezada, sin ideales y sin política propia. Ni si quiera defiende ya sus intereses mercantiles con Rusia, negocio este, por volumen y cercanía, mucho más prósperos que el americano. Es un ejemplo más que nos demuestra el valor de las instituciones políticas que hemos creado, de la dependencia y parcialidad de la prensa, de la manipulación de la ciudadanía con fines políticos…

No importa que el presidente Ucraniano haya sido elegido democráticamente, no importa que se hayan publicados videos de manifestantes portando y disparando armas, de neonazis alentando a la violencia. No importa que haya indicios alarmantes de que los francotiradores de la protestas eran seguidores del nuevo régimen y que, dichos indicios, hayan sido reconocido en conversaciones telefónicas entre Catherine Ashton (alta representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad) y Urmas Paet (primer ministro de Estonia) (3). No importa que el nuevo primer ministro ucraniano tenga vínculos directos con  la organización neonazi Svoboda (cuyo dirigente ha tenido reuniones documentadas con miembros del gobierno y senadores de EE.UU) (3). No importa absolutamente NADA. Queda claro, pues, que los rusos, mejor dicho, que Putin, NO ES EL ÚNICO que no está dispuesto a dejar escapar tan importante peón del ajedrez europeo CUESTE LO QUE CUESTE.

Punto quinto: el poder de los prejuicios.

En quinto lugar: Queda también meridianamente claro que el prejuicio hacia los rusos facilita la tarea de la propaganda. Los rusos han sido enemigos de los francés en la época napoleónica, de los alemanes y centroeuropeos en la Primera Guerra Mundial, de nadie muy amigos en la segunda y, lo peor… nunca pudieron acercarse a Europa porque, durante la época de pacificación de esta, se encontraban en plena Guerra Fría. Quizá por ese distanciamiento, más histórico y coyuntural que geográfico (EE.UU esta mucho más lejos) todavía hoy, cuando pensamos en un ruso en Rusia nos vienen a la mente personajes de caras pálidas y mejillas rosadas (son, por definición asiduos bebedores de vodka); con labios inferiores protruyendo exageradamente tipo perro pachón, gorro con estrella, hoz y martillo (con orejeras que nunca cumplen su función pues siempre se encuentran pegadas a los laterales del susodicho gorro) que, además exhalan siempre vapor al respirar por la perpetuamente gélida condición de su clima. Y, por si esto fuera poco, su lugar natural de aparición es siempre una Plaza Roja en la que transcurre un imponente e inacabable desfile militar. 

Así que, con ese panorama… ¿Cómo cono va a permitir nuestro subconsciente un análisis funcionalmente superior de cualquier cosa que implique a tan extraños seres? Si alguien dice que son los malos… es que lo son.

Punto sexto: sobre lecciones de democracia y doble vara de medir.

En sexto y último (pero de verdad que no por ello menos importante) lugar: que fácil es, por parte de políticos y medios europeo y estadounidenses, hablar en pos de la democracia sin que se les caiga la cara de vergüenza ante lo contradictorio de sus actuaciones. Pongo ejemplos:

Resulta más democrático ignorar a los francotiradores, permitir que campen a sus anchas organizaciones nacionalistas y fascistas por las calles de Kiev, derrocar un gobierno elegido en unas elecciones mientras se mantiene de primer ministro títere al presidente de una agrupación que solo obtuvo un 10% de los votos en esas mismas elecciones… Resulta eso, como digo, más democrático y aceptable por la comunidad internacional que el echo de que Crimea vote en referéndum si quiere o no formar parte de dicha locura.

Me acuerdo de cómo calificaban ciertos medios españoles las protestas del 15-M y rodea el congreso: ‘golpe de estado, ocupación ilegitima e ilegal de espacios públicos, falta de respeto por la palabra y la voz democrática de las urnas’ y demás payasadas (todo ello sazonado con portadas de encapuchados, contenedores ardiendo…). Contrasta enormemente con la prisa que se han dado esos mismo medios en eyacular ante el reconocimiento de la ‘palabra del pueblo y la lucha de la sociedad ucraniana’ por un país mejor, esto es, más europeo, más americano.   

Punto séptimo Rusia (y los rusos) no es Putin al igual que España (y los españoles) no es Rajoy.

He pretendido exponer un punto de vista diferente al oficialista para entender mejor la problemática de un tema tan delicado como este en un momento mundial tan difícil como el actual. Seguramente los ucranianos tenían motivos suficientes para protestar, seguramente su preside es un corrupto del copón… Pero ¿son acaso nuestros motivos de protesta menores? ¿es acaso nuestro presidente y su gobierno menos corrupto? De sobra es sabida la homofobia que se gasta Putin y cómo hace gala de ello legislando… pero ¿Qué me decís de la homofobia social y el racismo de uno de los países que ostentan el baluarte de la modernidad europea (hablo de Francia)? Una homofobia que, con el apoyo de la iglesia católica, saca a la calle a millones de personas en contra de una ley que sólo reconoce derechos de personas que antes no tenían por su condición sexual. No cabe otro análisis. O  ¿qué me decís de leyes tan justas, progresistas y tolerantes como la de la Reforma de la Ley del Aborto? ¿O de que haya cuchillas asesinas en una valla que se encuentra, por otro lado, en territorio africano? Y así podría seguir un buen rato.

Creo que la mejor herramienta de los medios y del poder para desviar la atención es la de relativizar lo problemas propios distorsionando y demonizando los que ocurren en la distancia. Creo que hemos olvidado (entre el puto Gibraltar, el coñazo del paleto de Mas y el escenario ucraniano creado por la distorsión mediática) que aquí no ha cambiado nada. Que la clase política sigue siendo la misma, que los corruptos nos gobiernan y aparecen a puñados nuevos todos los días sin que pase nada, que Europa sigue siendo una realidad mercantil y nada más y que el de siempre, una vez más y con la complicidad de medio mundo, va a conseguir lo que quiere .

En este mundo, en definitiva, los intereses económicos mandan y todos están dispuesto a defender los propios sin importar los medios. Lo importante es (para que a uno no le tomen el pelo) tener presente lo que decía Campoamor:

«En este mundo traidor
nada es verdad ni mentira
todo es según el color
del cristal con que se mira»

Enlaces de interés:




Monday 10 February 2014

Hay vida más allá de la MIeRte


La semana pasada, hablando con algún compañero de facultad, salió el tema más recurrente por estas fechas: el MIR. Sin pretender ofender a ninguno de los que pasan por tan arduo trámite (también habiendo pasado ya el susodicho trago para evitar remordimientos innecesarios)  y sin querer convencer a las obtusas e inflexibles pero galénicamente doctas mentes que pasan por el periplo de la enseñanza médica en España (y en cualquier lado); me dedicaré a dejar un reflexión en el aire, por si pudiera servir de apoyo moral a los que no encuentra hueco dentro de tan recto camino y temen caer definitivamente en el bucle facultad-MIR-residencia.

Lo cierto es que, en mi caso, lo de no hacer el MIRtirio, más que por heroico afán de quebrantamiento de las reglas establecidas y espíritu aventurero o crítico con tal inhumano planteamiento de la enseñanza médica postuniversitaria, se podría decir que encontrábame yo, para el tiempo de aquestos menesteres, más enchochado que un quinceañero con una teutona de nombre (por otro lado) más castellano que la meseta.

Entre ella y la capacidad de autocomplacencia de mi lóbulo frontal, tomé la decisión (en marzo de 2012) de escapar del horrible y deprimente edificio que hace las veces de sede central de la “CTO”. Para los que no estén familiarizados con el tema decir que este centro “técnico” de estudios es, a mi juicio, el representante máximo de la despersonalización de la enseñanza médica. Si el humanismo cuenta poco durante la carrera, en esta academia termina de agonizar para acabar expirando definitivamente. Y todos pasamos por el aro. Todos estamos ¿obligados? a pasar por el aro. Eso no lo critico. Yo lo hice. Lo que pasa es que, que como he dicho antes: “tiraron más dos tetas que dos carretas”.

Lo que me toca la moral es el comentario (que se convierte en pensamiento) tan arraigado y generalizado entre mis compañeros de profesión (incluso entre algunos de los más críticos con el inmovilismo y la idiosincrasia española) de: “hombre, está bien eso de salir y tal… pero es que como nos forman aquí no nos forman en ningún lado” ¡Toma ya! ¡Qué español! Eso mismo le dijeron a Ramón Cajal y de eso mismo se quejaba Baroja. -¡Ya te digo!- respondí a la enésima vez. –Y la tortilla de patatas es la mejor comida del mundo y las sevillanas y los toros el exponente máximo de la cultura universal-. Os prometo que ese mismo comentario lo he oído de compañeros, residentes, profesores, adjuntos… cada vez que comentaba la hazaña planeada, y en proporción de 4:1 en contra del las palmaditas en las espalda que apoyaban la iniciativa.

Pero no me molesta la afirmación en si misma. Ni la falta de estímulo. Lo que me irrita es la taxatividad y la falta de asertividad de tal lema (se convierte en eso). Como si el que lo pronuncia estuviera buscando una justificación propia en tan sonada afirmación.

Un día le pregunté a una residente que por qué decía eso, que si tenía experiencia en algún centro extranjero, que si había hecho un erasmus, que si pensaba hacer un intercambio durante su proceso formativo… Respondióme la oncóloga, tal respuesta me fue a dar: -No, pero la amiga de una compañera de la prima de mi compañera de piso está en Alemania y dice que…- o algo parecido. Mi reacción, como es lógico, fue la de interrumpir, ipso facto, la conversación. Como he dicho: hacer agudos a los obtusos no es mi menester.

Lo cierto es que tiré para Alemania en febrero del año pasado. Después de un año he tenido experiencias positivas y negativas. Pero lo mejor es eso: que he tenido de las dos: experiencias. No es necesario hablar de lo que supone aprender un idioma, conocer gente y cultura diferentes, echar de menos a familia y amigos… El nivel personal de la cuestión es eso, muy personal. Pero es que, profesionalmente uno accede a algo que es impagable: diferentes puntos de vista, diferentes formas de hacer las cosas, diferentes maneras de aprender, de enseñar, de trabajar… Eso no se puede tener de otra forma.

No voy a entrar a valorar si en Alemania me hubieran formado mejor que en Suiza (donde ahora me encuentro), o si en España me hubieran formado mejor que en Alemania. Eso es, o bien chauvinismo si se peca de una cosa por exceso, o bien desapego patriótico si se hace por exceso de la otra. Ambas, en cualquier caso, igual de exentas de la experiencia crítica y personal sobre el tema que hace de un juicio algo más o menos objetivo.  ¿Quién puede saberlo? ¿Quién podrá decirte eso? ¿Quién podría vivir eso por ti? Nadie. Lo importante no es algo tan banal como el valorar semejante gilipollez sino ser capaz de recabar apoyos y fuerza para hacerlo personalmente si sientes la necesidad de ello, si te pica el gusanillo, si no encuentras tu brazo de la espiral en el bucle. Las afirmaciones tautológicas no existen al respecto y si alguien intenta convencer de lo contrario probablemente sea un alma frustrada.

No todo el mundo tiene que tomar un camino distinto; no es ni mejor ni peor hacerlo. Es, sencillamente, diferente. De los que lo hacen, no todos tiene que hacerlo por convencimiento (está el dinero, la valoración profesional, la tetas de una teutona y mil razones más). De los que lo han tomado tampoco todos tiene que quedarse inamovibles en la decisión. Pero si estás dándole vueltas será por algo. Ya tienes un motivo más que yo para hacerlo. Hay vida después de la carrera y no te imaginas cuantas posibilidades de desarrollarte personal y profesionalmente. NO SE PIERDE NADA.

Uno puede estar muy a gusto con el camino profesional establecido. No lo critico. Pero si no lo está, lo más peligroso para que le anclen al sitio son los pusilánimes y la fina pero jodidamente dura cadena forjada en miedo que te amarra por el tobillo. Hay muchas posibilidades y, al final, lo más probable es que el (ya citado) lóbulo frontal y una buena vida social y familiar puedan hacerte feliz en cualquier lado, sea cual sea la que uno tome…


En definitiva, de lo que me he dado cuenta en estos meses es de que, aún en tiempos de crisis generalizada (de cuestionamiento de los modelos políticos, sociales, de los valores morales…), el asumir la crisis de la parcela más individual de cada uno (como puede ser el ámbito laboral en este caso) para (entre otras cosas) poder reconocer; no ya que lo de uno no es lo mejor, sino que NO ES LO ÚNICO, sigue siendo ardua tarea y freno de mano que trompea el cambio.