La semana pasada,
hablando con algún compañero de facultad, salió el tema más recurrente por
estas fechas: el MIR. Sin pretender ofender a ninguno de los que pasan por tan
arduo trámite (también habiendo pasado ya el susodicho trago para evitar remordimientos
innecesarios) y sin querer convencer a las obtusas e inflexibles pero
galénicamente doctas mentes que pasan por el periplo de la enseñanza médica en
España (y en cualquier lado); me dedicaré a dejar un reflexión en el aire, por
si pudiera servir de apoyo moral a los que no encuentra hueco dentro de tan
recto camino y temen caer definitivamente en el bucle facultad-MIR-residencia.
Lo cierto es que,
en mi caso, lo de no hacer el MIRtirio, más que por heroico afán de
quebrantamiento de las reglas establecidas y espíritu aventurero o crítico con
tal inhumano planteamiento de la enseñanza médica postuniversitaria, se podría
decir que encontrábame yo, para el tiempo de aquestos menesteres, más
enchochado que un quinceañero con una teutona de nombre (por otro lado) más
castellano que la meseta.
Entre ella y la
capacidad de autocomplacencia de mi lóbulo frontal, tomé la decisión (en marzo
de 2012) de escapar del horrible y deprimente edificio que hace las veces de
sede central de la “CTO”. Para los que no estén familiarizados con el tema
decir que este centro “técnico” de estudios es, a mi juicio, el representante
máximo de la despersonalización de la enseñanza médica. Si el humanismo cuenta
poco durante la carrera, en esta academia termina de agonizar para acabar
expirando definitivamente. Y todos pasamos por el aro. Todos estamos
¿obligados? a pasar por el aro. Eso no lo critico. Yo lo hice. Lo que pasa es
que, que como he dicho antes: “tiraron más dos tetas que dos carretas”.
Lo que me toca la
moral es el comentario (que se convierte en pensamiento) tan arraigado y
generalizado entre mis compañeros de profesión (incluso entre algunos de los
más críticos con el inmovilismo y la idiosincrasia española) de: “hombre, está
bien eso de salir y tal… pero es que como nos forman aquí no nos forman en
ningún lado” ¡Toma ya! ¡Qué español! Eso mismo le dijeron a Ramón Cajal y de
eso mismo se quejaba Baroja. -¡Ya te digo!- respondí a la enésima vez. –Y la
tortilla de patatas es la mejor comida del mundo y las sevillanas y los toros
el exponente máximo de la cultura universal-. Os prometo que ese mismo
comentario lo he oído de compañeros, residentes, profesores, adjuntos… cada vez
que comentaba la hazaña planeada, y en proporción de 4:1 en contra del las
palmaditas en las espalda que apoyaban la iniciativa.
Pero no me molesta
la afirmación en si misma. Ni la falta de estímulo. Lo que me irrita es la
taxatividad y la falta de asertividad de tal lema (se convierte en eso). Como
si el que lo pronuncia estuviera buscando una justificación propia en tan
sonada afirmación.
Un día le pregunté
a una residente que por qué decía eso, que si tenía experiencia en algún centro
extranjero, que si había hecho un erasmus, que si pensaba hacer un intercambio
durante su proceso formativo… Respondióme la oncóloga, tal respuesta me fue a
dar: -No, pero la amiga de una compañera de la prima de mi compañera de piso
está en Alemania y dice que…- o algo parecido. Mi reacción, como es lógico, fue
la de interrumpir, ipso facto, la conversación. Como he dicho: hacer agudos a
los obtusos no es mi menester.
Lo cierto es que
tiré para Alemania en febrero del año pasado. Después de un año he tenido
experiencias positivas y negativas. Pero lo mejor es eso: que he tenido de las
dos: experiencias. No es necesario hablar de lo que supone aprender un idioma,
conocer gente y cultura diferentes, echar de menos a familia y amigos… El nivel
personal de la cuestión es eso, muy personal. Pero es que, profesionalmente uno
accede a algo que es impagable: diferentes puntos de vista, diferentes formas
de hacer las cosas, diferentes maneras de aprender, de enseñar, de trabajar…
Eso no se puede tener de otra forma.
No voy a entrar a
valorar si en Alemania me hubieran formado mejor que en Suiza (donde ahora me
encuentro), o si en España me hubieran formado mejor que en Alemania. Eso es, o
bien chauvinismo si se peca de una cosa por exceso, o bien desapego patriótico
si se hace por exceso de la otra. Ambas, en cualquier caso, igual de exentas de
la experiencia crítica y personal sobre el tema que hace de un juicio algo más
o menos objetivo. ¿Quién puede saberlo? ¿Quién podrá decirte eso? ¿Quién
podría vivir eso por ti? Nadie. Lo importante no es algo tan banal como el
valorar semejante gilipollez sino ser capaz de recabar apoyos y fuerza para
hacerlo personalmente si sientes la necesidad de ello, si te pica el gusanillo,
si no encuentras tu brazo de la espiral en el bucle. Las afirmaciones
tautológicas no existen al respecto y si alguien intenta convencer de lo contrario
probablemente sea un alma frustrada.
No todo el mundo
tiene que tomar un camino distinto; no es ni mejor ni peor hacerlo. Es,
sencillamente, diferente. De los que lo hacen, no todos tiene que hacerlo por
convencimiento (está el dinero, la valoración profesional, la tetas de una
teutona y mil razones más). De los que lo han tomado tampoco todos tiene que
quedarse inamovibles en la decisión. Pero si estás dándole vueltas será por
algo. Ya tienes un motivo más que yo para hacerlo. Hay vida después de la carrera
y no te imaginas cuantas posibilidades de desarrollarte personal y
profesionalmente. NO SE PIERDE NADA.
Uno puede estar muy
a gusto con el camino profesional establecido. No lo critico. Pero si no lo
está, lo más peligroso para que le anclen al sitio son los pusilánimes y la
fina pero jodidamente dura cadena forjada en miedo que te amarra por el
tobillo. Hay muchas posibilidades y, al final, lo más probable es que el (ya
citado) lóbulo frontal y una buena vida social y familiar puedan hacerte feliz
en cualquier lado, sea cual sea la que uno tome…
En
definitiva, de lo que me he dado cuenta en estos meses es de que, aún en
tiempos de crisis generalizada (de cuestionamiento de los modelos políticos,
sociales, de los valores morales…), el asumir la crisis de la parcela más
individual de cada uno (como puede ser el ámbito laboral en este caso) para
(entre otras cosas) poder reconocer; no ya que lo de uno no es lo mejor, sino
que NO ES LO ÚNICO, sigue siendo ardua tarea y freno de mano que trompea el cambio.