Sí. Llegó…
La, para
mí en esa cifra estimada, capacidad deglutoria de materia fecal de los
españoles ha llegado a su límite (o debería) tras los últimos acontecimientos.
La meseta
castellana no es sólo un relieve geográfico. Es una metáfora de nuestra clase
política. Se alza unos cuantos metros por encima de todo, como intimidando. Se
extiende por casi todo el territorio de manera monótona abarcando la mayor
extensión peninsular posible. Se presenta con fríos invernales que despiertan a
los fantasma de las leyendas de Bécquer en el Moncayo o que ahuyentan a
los almohades en Toledo; y con veranos que obligan a los viejos de esos mismos
lugares a sentarse a la vespertina y, pesar de ello, hirviente sombra de
agosto, con sus secas y abiertas bocas apuntando al cielo en un intento
desesperado de ayudar a sus encorvados cuerpos a regular su temperatura. Todo
eso es así: hipnotizante, helador, intenso y acojonante pero… La verdad que se
esconde detrás de ti, Meseta, es que eres vieja y aburrida. Lo eres geológica y
paisajísticamente. Tu altitud media y tu expansión se ven mermadas por lo plano
de tu cumbre que, una vez alcanzada, como desnuda, deja entrever tus secretos y
tu vetusta naturaleza a kilómetros de distancia. Te repites de Ciudad Real a
Burgos, de Cuenca a Salamanca… Pero tu dominio, e inmovilismo, por imponente
que sea, no puede ser perenne…
Nuestra
clase política esta mesetizada. Y la mesetización se extiende por todo el
territorio español. El modelo político que nos gobierna y que nos ha gobernado
en estos 40 años de memocracia es jurásico (como la meseta). Eso esta claro y
no quiero repetirme, para eso está Pablo Iglesias. Pero quizá, a partir de
anteayer y a causa del MIEDO, el problema haya salido de nuestro subconsciente
social para entrar en nuestro consciente personal. Dándonos la oportunidad
(quién sabe) de señalar culpables y (de una vez por todas y para siempre)
hacerlos caer.
Ahora ya
no son los millones de parados que, como tiraban con lo de los abuelos, tíos,
amigo, Cáritas y lo de la vecina del quinto… Evitaban así que lo miserable de
su condición indignara hasta tal punto de llamarnos a salir a (reventar) la
calle y estallar de indignación pidiendo soluciones y responsabilidad a los que
han de darlas y asumirlas. Por el contrario, nos enorgullecíamos de la
solidaridad de sus allegados.
Tampoco
son ahora las miles de hectáreas de nuestros bosques que han ardido los últimos
veranos en relación directa y proporcional a los recortes en prevención,
cuidado forestal, formación de la población rural y excursionistas... Más sitio
pa’ el ganau y los pisos. Lo verde no da riqueza a corto plazo y, por eso, no
merece nuestra atención.
Tampoco
importa (o por lo menos no hasta el nivel Armagedón que debería alcanzarse) el
hecho de que se haya demostrado que toda la puta peña en el gobierno haya
metido la mano en el saco de la más inmunda y repugnante casta de peseteros,
trepas y explotadores (esos prósperos y modélicos empresarios del milagro
español), o que en el dinero de formación para parados se lo gasten unos
cuantos “socialistas” en el esperpento de la feria de abril después, eso sí, de
haberse emocionado ante la virgen de La Macarena e incluso rezado en busca de
una solución al drama de los que no tienen pa’ comé. Pane, circense et PER.
Ni que se
expropie un sistema educativo que (tal y como he podido descubrir después de
conocer de primera mano otros muchos modelos europeos) no es que sea
deficiente, sino que es improductivo (desde el más puro sentido económico del
término). Pues nos nutría (hasta ahora) de conocimientos sociales, literarios,
históricos, geográficos y filosóficos que, por desgracia, no son ni de lejos
una de las prioridades de nuestro mercado laboral. Total, mientras el atraco se
haga esgrimiendo los malos resultados sacados de una pobre interpretación de un
informe europeo con sabor a Peperoni, Margherita o 4 formaggi (según el gusto)…
O que
tengamos la más retrograda de las jerarquías eclesiásticas europeas y que esta
goce de voz (y a veces incluso aún de voto) para inmiscuirse en los asuntos
políticos que atañen a las libertades y decisiones propias de sujetos libres,
adultos y pensantes con autonomía y moral definida. Total, como aquí no pasó ni
de largo el aire fresco de renovación espiritual protestante hace ya unos cuantos
siglos… Pues ¿para qué desenquistarnos aquestas alturas?
Tampoco
se trata ahora de los invisibles inmigrantes que mueren en salas de espera (los
que tiene suerte) o en la puta calle expulsando los restos de sus granulosos y
sangrantes pulmones por la boca (devorados por la tuberculosis) porque ya no
tienen derecho a la atención sanitaria. O los miles de pacientes crónicos que,
como en el hospital Carlos III (Por desgracia, lo sé de buena mano), tienen que
añadir al dramatismo de su enfermedad, la congoja y la frialdad que supone un
seguimiento en un hospital fantasma, con unos profesionales quemados y
explotados y cuyos futuros son más inciertos que el de Iker Casillas.
Con esta
e-bola y todo lo derivado de la negligente gestión de una patética ministra y
del mafioso Gobierno al que pertenece se ha dado una salto cualitativo en la
cantidad y cualidad de la cagada meseteña. Se ha defecado la gota que debería
rebasar el deposito de dos millones de metros cúbicos.
La
cuestión no es si hay que entrar en pánico o no; si es más o menos difícil
contagiarse o no; si se darán sólo casos aislados o brotes epidémicos… Eso ya
lo veremos.
La
cuestión es que, gracias a la mezcla de novedad de la situación, posibilidad
real de una catástrofe sanitaria y rapidez del desarrollo de los
acontecimientos. Gracias este cóctel digo; una gigantesca y escrotal corbata
(con pelos y todo que agobia más) se ha ceñido al cuello de los españoles como
ejemplo vivo y desconocido de las terribles consecuencias (ahora cortoplacistas)
que las conductas negligentes que esta banda de políticos de meseta lleva
practicando desde que comenzó la crisis en particular y desde hace 40 años en
general.
No es
casualidad que se haya repatriado a quien se ha repatriado. Tampoco es
casualidad que se haya hecho en las extremadamente chapuceras condiciones en
las que se ha hecho. No es tan poco raro que ahora la culpa sea de la auxiliar
por mentir al médico de cabecera, ni que Ana las Mato callando, ni que dimitir
siga siendo un nombre ruso.
No es
casualidad, no. Es marca España. Es política de meseta.